10/10/15

Ancora va



Hay veces que estoy harto y explota en mi cerebro un ¡Basta! que rechaza el hoy que me encadenada con su repetida monotonía, pues solo apila un día sobre otro, sin destino y sin el brillo del anhelo. Me enojo y desespero al buscar la salida que una vez estuvo allí. Abro la mente a la imaginación en busca del camino y, con hambre de emociones, me someto a los recuerdos.
 Parte el buque desde el muelle de la terraza, dice adiós con su sirena y navega entre las nubes en pos del sol. Se balancea contento al son de la banda que lo despide y se interna cada vez más pequeño, cada vez más lejos en la fantasía.
Cruza eones de tiempo y océanos de distancia, girando su timón entre mis edades y mis lugares. Surca veredas, jardines y gardenias; surca plazas, parques y ríos, mas no el Estigia al que ni siquiera conocía.
Ricardo, el “negro” Wolf, y la pelota de futbol. El polvo de la cancha y el arco titánico por su tamaño. La bicicleta celeste que, con pantalones cortos, pedaleo frenético para llegar a tiempo al primer año de la secundaria que empezaba con el día gris para deslumbrar luego, con el entusiasmo del porvenir.
Aventuras, descubrimientos y tropelías, “hacerse hombre” y no terminar de tener miedo ¡Las vacaciones! ¡El cine! Y el primer beso colmado de dientes. Las hormonas, el automóvil para presumir, y un mercado subterráneo y vergonzante de revistas escabrosas de un “porno” tan ligero que hoy no merecería ni una segunda mirada adolescente.
Retener mejor las fechas de los cumpleaños de las quinceañeras que la tabla periódica de los elementos y aun así: nada. Cualquier candidata era sopesada y cernida por mamá; ninguna resistía su escrutinio y me destinaba a una soltería que, por fortuna o caridad, salvaron los amigos. En cuanto pude hui de tan cariñoso nepotismo y fijé en otra ciudad el norte y el cenit de mis estudios.
Tan ensimismado estaba que no advertí la flecha de aquella amazona que me había malherido el corazón. Debilitado, caí en su regazo de alelíes, en la caricia de su voz y en lo inmenso de su alma. Son sus manos las que, loco, me sosiegan, son sus ojos los que, en pánico, me arrullan y es su risa la que, cuando triste, me hace renacer con alegría.
La invito a subir a bordo de mi vapor de lujo. Nos siguen las gaviotas mientras bebemos a la vera de la piscina donde, inquieta oscila el agua. Nos dirigimos a la sorpresa y al olvido mientras nos despiden las ballenas con su soplo de humedad y sus colas se sumergen. Imagino formales cenas de esmoquin y bailes elegantes. Giran la luna y las estrellas entre las ventanas y flotan reflejadas en el horizonte.
Amanecen los delfines juguetones, y a su paso huyen en bandada los peces voladores. Mientras, el ojo de buey del camarote mira nuestra idéntica pasión. Pasa el Trópico, llega el Ecuador, y el bautismo carnavalesco por ser la primera vez que lo cruzamos.
En el festejo lleno de brisa, parezco más un Baco borracho con barba de algodón y rayos de lata, que un tronante Júpiter. Aunque nadie duda de la Venus que me acompaña, renacida de la espuma de las olas. Su suave cabellera, su bikini y su mirada esmeralda rinde a los hombres y abate a las mujeres.
Una vez más nos alcanza la vida. Se encapota el cielo y se encabrita el mar. La tormenta estalla como una enfermedad. Los truenos quiebran los huesos y la cellisca hiere la vista que se aleja.
La tristeza vela sus ojos y la desesperación quiere hacerla suya. Sin embargo, si las tribulaciones la rodean, en la voz o en las letras que formaron mis escritos, encontrará un puerto seguro,  donde girando como un Apolo cautivo a su alrededor, mi carruaje la iluminará siempre con amor.


Carlos Caro
Paraná, 25 de diciembre de 2015
Descargar PDF: http://cort.as/d9Qv


1 comentario:

  1. Simplemente genial, toda una vida resumida en un oceánico adjetivo y eso que te aburrías, menos mal!!!Enhorabuena otra vez...

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